Increíble que quería expresar en esta entrada nuestra necesidad de resultados rápidos como padres y la palabra que me llega es “apuro”, pero cuando busco “apuro” en el diccionario el significado que me arroja es: aprieto, dificultad, conflicto, escasez y penuria. ¿Qué cosas no?, porque de ambos padecemos. Estamos criando en apuro porque vivimos de forma apresurada, pero además también en medio de la escasez, de la falta de herramientas y esto hace que el camino sea difícil y apretado. Todo un juego de palabras que hacen mucho sentido.
Según mi experiencia logro identificar que crecimos y por lo general nos movemos en una constante búsqueda de resultados…. como buscando lograr, alcanzar, llegar… y te preguntarás: ¿eso acaso está mal?… no quizás, no. Obviamente, nos movemos por intención y objetivos, pero ¿qué pasa cuando esa búsqueda se centra sólo en lo cuantitativo, en los ideales sociales, en los estándares de lo que se “debería” y en ese transito nos olvidamos del sentir, de lo intangible, de lo que conecta y de la emoción?.
Leo y quizás puedo estar enredando la cosa. Déjame organizar; pérate ahi.
Espérate, quise decir. Ay Dios… estas cosas que se me pegan en el camino…., pero tal cuál como sale, voy escribiendo.
¿A quién no le pasa que queremos que todo sea rápido?, ¿aprender rápido?, ¿crecer rápido… llegar rápido… lograr y alcanzar aunque signifique saltarme pasos?. A eso me refiero.
En ese constante lograr, alcanzar, aprender, llegar… muchas veces nos olvidamos del estar, sentir, contemplar y disfrutar. Aquí me detengo. Esto es lo que quiero expresar. Al fin: ¡salió!. A esto es lo que me refiero. El apuro, el agite, la perseguidera, el ajetreo, la inmediatez y la impaciencia no le dan permiso al ser a vivir en el aquí y el ahora. Todos estos componentes, propios de un mundo que se mueve todo rápido y que no se detiene, nos imposibilitan la oportunidad de detenernos a observar, esperar, escuchar, percibir… estar. ¿Te suena?
Estuve ahí y a veces vuelvo al mismo punto después de tanto trabajarlo. Me he movido allí y cuando me veo de nuevo me percibo tan agotada. Cada vez que acompaño a los padres caminamos en la senda de identificar que no hay carrera. En realidad vivimos en un mundo competitivo, pero la carrera no existe más que en nuestro propia cabeza y eso nos hace movernos desde el cerebro reptil que busca sobrevivir.
No lo merecemos. Ni nosotros ni nuestros chiquitos.
Mi propuesta:::
Creo que siempre es tiempo de hacer un stop y en vez de sólo preguntar: ¿qué hiciste?, ¿cuánto sacaste?, ¿por qué no has logrado?, ¿cuándo vas a aprender a…?, ¿hasta cuando lo mismo te voy a repetir…?… nos detengamos a reformular el mensaje a: ¿cómo te sientes?, ¿qué te dice eso?, ¿puedo ayudarte en algo?, cuenta conmigo en esta situación…. ¿quieres intentarlo una vez más?… y así con tantas maneras podríamos ir cambiando nuestro chip de resultados por un modo de presencia más alentadora que se sienta sin presión y en amor…. sin duda, sostengo: nos sentiríamos mejor y en mayor conexión.
Queremos resultados rápidos… deseamos que los niños aprendan rápido y esperamos decir las cosas sólo 1 vez y que el niño se mueva (auchhh si, lo sé)… siempre pienso: ¿cuántas veces debí caerme para aprender a andar en bici?… los bebés primero levantan la cabeza, luego giran, se arrastran, después gatean, siguiente se paran, para después caminar, caerse y después de mucho correr.
Todo lleva un proceso y aunque muchos caminen sin gatear, incluso eso tiene consecuencias en el desarrollo del niño. No pretendamos que nuestros hijos tengan los resultados que queremos sin haber vivido a plenitud el proceso para llegar a y eso definitivamente requiere de paciencia y presencia. No pretendamos llegar a… sin vivir lo que corresponde. No hay atajos. Todo lleva un curso natural y la crianza, el acompañamiento y el aprendizaje no son la excepción.
Me despido invitándote a hacer un alto en este momento.
Respira conscientemente, agradece y bájale dos… no hay competencia, no hay ganadores. En el fondo tengo una necesidad de menos apuro y más disfrute… ¿Tú la tienes?. Te mando un abrazo alentador que no espera nada de tu parte. Aquí solo estoy.
Con amor,
Luiza.